martes, 10 de agosto de 2010

Desgraciada


     -Es que a mí me gustan los inconvenientes.
    -A nosotros no -dijo el interventor-. Preferimos hacer las cosas con comodidad.
    -Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía, peligro real, libertad bondad, pecado.
    -En suma -dijo Mustafá Mondo-, usted reclama el derecho a ser desgraciado.
    -Muy bien, de acuerdo -dijo el salvaje, en tono de reto-. Reclamo mi derecho a ser desgraciado.
    -Sin hablar del derecho a envejecer, a volverse feo e impotente, a tener sífilis y cancer, a pasar hambre, a ser piojoso, a vivir en el temor constante de lo que pueda ocurrir mañana; el derecho, en fin, a ser un hombre atormentado.

    Siguió un largo silencio.
    -Reclamo todos estos derechos -concluyó el salvaje.
    Mustafá Mond se encogió de hombros.
    -Están a su disposición.